martes, 2 de febrero de 2010

La magia de las palabras



El abracadabra de los magos se encuentra en muchos de nuestros procesos diarios –o extraordinarios-.

La gran mayoría de las interacciones entre las personas se realizan a través de palabras, y estas tienen efectos sobre las condiciones en que se encuentran las personas –o persona- sobre quien recae el encantamiento.

Por ejemplo, si dos personas deciden contraer matrimonio –y así manifestar su unión jurídicamente- deben realizar el rito correcto y pronunciar las palabras establecidas para que mágicamente surjan en ellos nuevos derechos y obligaciones frente a la otra persona y el Estado.

En la antigua Roma el poder de las palabras se acentuaba aún más, así como en la actualidad es necesario un registro escrito y firmado del hechizo, en Roma no era imprescindible, pues la palabra bastaba –siempre y cuando fueran las correctas-.

La existencia de contactos consensuales como la compraventa o el arrendamiento ayudan a hacer visible la fuerza de la palabra no escrita. En estos contratos sólo era necesario el consenso entre las dos partes; por una parte el querer transmitir la propiedad –o posesión- y por la otra parte querer obtener la propiedad –o posesión-.

Pero como todo sortilegio si no se pronunciaba correctamente podía no obtenerse el efecto esperado, así si en una compraventa arcaica si en el rito de la balanza y el trozo de plomo en el que el comprador –llamémosle Cayo; el famoso Cayo- se presentaba ante 5 testigos y un portador de una balanza y decía: declaro que soy propietario de X –llamémosle El esclavo Estico- y golpeaba la balanza con un trozo de plomo diciendo: y doy este trozo de plomo como muestra de mi pago a Ticio –el vendedor-; y el vendedor no se oponía la compraventa se había efectuado. Sin embargo si pronunciaba: X es mío, no se efectuaría aún que parezca expresar el mismo concepto.

Así pues, las palabras tienen un gran poder y su pronunciación puede suponer un antes y un después de ellas, por ello es importante saber elegirlas y saber usarlas en el momento oportuno, en el sitio exacto y con el tono adecuado para crear el efecto mágico esperado.