martes, 2 de marzo de 2010

Sueños

A veces persiguiendo el futuro nos olvidamos de vivir el presente y dar una hojeada al pasado y aprender.

Es importante tener sueños puesto que sin ellos no avanzamos, pero avanzar por los sueños no debe implicar correr hacia el sueño dejando el presente al mecanismo del día a día.

Un amigo me contó una historia de una mujer que aun siendo joven debía llevar marcapasos; esta mujer pudo comprobar que como mínimo una vez al día tu corazón se dispara en una gran felicidad que puede venir del más diminuto hecho, pero que resulta muy significante para ti, o si más no para tu subconsciente y corazón.

Aunque todos, seguramente, ya teníamos la sospecha de que los pequeños detalles del día a día nos llenan, esta historia pudo justificar la sospecha.

Así me atrevo a decir que debemos preocuparnos por el futuro, luchar por lograr nuestros sueños, pero sin permitir que el anhelo por el provenir nos obligue a despreciar el presente como confesó que había hecho Poe.

martes, 2 de febrero de 2010

La magia de las palabras



El abracadabra de los magos se encuentra en muchos de nuestros procesos diarios –o extraordinarios-.

La gran mayoría de las interacciones entre las personas se realizan a través de palabras, y estas tienen efectos sobre las condiciones en que se encuentran las personas –o persona- sobre quien recae el encantamiento.

Por ejemplo, si dos personas deciden contraer matrimonio –y así manifestar su unión jurídicamente- deben realizar el rito correcto y pronunciar las palabras establecidas para que mágicamente surjan en ellos nuevos derechos y obligaciones frente a la otra persona y el Estado.

En la antigua Roma el poder de las palabras se acentuaba aún más, así como en la actualidad es necesario un registro escrito y firmado del hechizo, en Roma no era imprescindible, pues la palabra bastaba –siempre y cuando fueran las correctas-.

La existencia de contactos consensuales como la compraventa o el arrendamiento ayudan a hacer visible la fuerza de la palabra no escrita. En estos contratos sólo era necesario el consenso entre las dos partes; por una parte el querer transmitir la propiedad –o posesión- y por la otra parte querer obtener la propiedad –o posesión-.

Pero como todo sortilegio si no se pronunciaba correctamente podía no obtenerse el efecto esperado, así si en una compraventa arcaica si en el rito de la balanza y el trozo de plomo en el que el comprador –llamémosle Cayo; el famoso Cayo- se presentaba ante 5 testigos y un portador de una balanza y decía: declaro que soy propietario de X –llamémosle El esclavo Estico- y golpeaba la balanza con un trozo de plomo diciendo: y doy este trozo de plomo como muestra de mi pago a Ticio –el vendedor-; y el vendedor no se oponía la compraventa se había efectuado. Sin embargo si pronunciaba: X es mío, no se efectuaría aún que parezca expresar el mismo concepto.

Así pues, las palabras tienen un gran poder y su pronunciación puede suponer un antes y un después de ellas, por ello es importante saber elegirlas y saber usarlas en el momento oportuno, en el sitio exacto y con el tono adecuado para crear el efecto mágico esperado.